LAS OBRAS DE UN BIDEGORRI ENFADAN A COMERCIANTES Y VECINOS DE TXURDINAGA
Tal y como explica Pilar Santibánez, propietaria de la pescadería del barrio, «después de pelearlo, conseguimos hace dos años que nos concedieran una zona de carga y descarga y a día de hoy ni han puesto la placa, ni han delimitado el área». Pero, a punto de aburrirse de esperar, han llegado las obras «y ya es imposible dejar la furgoneta en ninguna parte, más que en la acera o en doble fila, cortando por completo la circulación», censura. Ambas opciones les perjudican tanto a ellos como al resto de viandantes. «He perdido la cuenta de la cantidad de multas que me han puesto», recalca Sonia, responsable de la frutería del barrio. «Tengo una colección, pero yo tengo que descargar el género por narices todos los días», insiste.
Eso sí, las circunstancias le han llevado a idear toda una estrategia para intentar asegurarse un hueco para descargar. Cuando se lleva su furgoneta, intenta por todos los medios que algún conocido meta su coche en el hueco y vuelva a retirarlo cuando llega con la fruta del día. «Es una vergüenza tener así al pequeño comercio». En la panadería se repite la historia. «¿Cómo se supone que vamos a venir a trabajar? Nos vemos obligados a dejar el coche de cualquier manera», protestan.
«Daños colaterales»
Después de recorrer no pocos departamentos consistoriales con su queja, Pilar Santibáñez afirma que «lo mínimo que deberían hacer antes de meterse en una obras de esta magnitud es un estudio previo de daños colaterales». Recuerda que «somos pequeños comerciantes y nos están haciendo un daño terrible, porque nos tenemos que desplazar todos los días a hacer compras». Hastiados de la situación que arrastran, aseguran sentirse «abandonados por el Ayuntamiento. Las únicas personas que se han preocupado de este asunto, que puede parecer menor pero que para nosotros es nuestro medio de vida, ha sido el PSE. Hay que reconocérselo», apuntan. No entienden por qué «nadie ha venido a informarnos» y aseguran que, en pocas semanas de obras, «ya se ha notado la caída de ventas. ¿Donde queda la atención al pequeño comercio?».
Otro colectivo del barrio preocupado por las obras y por la nueva imagen que adoptará la calle dentro de seis meses, son los vecinos con problemas de movilidad. Hasta ahora, tenían plazas de discapacitados. Con las obras, las han perdido, pero sobre todo temen, en primer lugar, dónde se las devolverán cuando cierren el tajo y, en segundo, su seguridad. Tal y como explica Mari Carmen Crespo, madre de un joven con discapacidad, «al salir del coche, estas personas necesitan tiempo y espacio para sacar la silla y salir del vehículo. Con las obras, la calle tendrá un único carril por sentido, de modo que, durante los 5 minutos que pueden tardar en salir, tendrán que cortar el paso del resto de vehículos, con el consiguiente peligro de que se les lleven por delante».