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PUBLICADO en GARA  2013/09/02

Alto riesgo en el sistema financiero

Los autores explican la estrategia de las potencias occidentales de afrontar la segunda fase de la crisis en base a un sistema de rescate interno y mantienen que los posibles resultados de esta política en los grandes bancos comerciales son desconocidos.

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EKAI Group

EKAI Center ya viene advirtiendo de la apertura de una segunda fase en las políticas anti-crisis occidentales, activada como consecuencia del agotamiento de las políticas de rescate bancario con cargo a fondos públicos y de expansión monetaria. En efecto, agotadas ambas políticas, ninguna de ellas corregido los desequilibrios estructurales del sistema financiero occidental, consecuencia del sobreendeuda- miento y de los riesgos asumidos a través de operaciones especulativas de banca de inversión.

Ante esta situación, la nueva estrategia diseñada por las potencias occidentales se basa, fundamentalmente, en las políticas del bail-in o rescate interno y, complementariamente, en modelos atenuados de separación de banca de inversión y banca comercial.

Sin embargo, el tránsito hacia la segunda fase va a ser -ya está siendo- de un alto riesgo. La gran banca occidental ha sobrevivido en base a las ingentes transferencias de recursos canalizadas desde los gobiernos y bancos centrales y, sin embargo, la acumulación de riesgos en el sector bancario se mantiene en niveles similares a los de 2008.

Ya advertimos en su día de que 2013 iba a ser el año del tránsito a la segunda fase de las políticas anti-crisis y, en efecto, durante este ejercicio se ha producido, por un lado, el primer ensayo de aplicación del bail-in en Chipre y los primeros intentos de la Reserva Federal USA de reorientar su estrategia monetaria.

Como era previsible, la reorientación de las políticas monetarias en USA está resultando ciertamente complicada. Bastaron meras insinuaciones de los responsables de la Reserva Federal sobre una posible finalización de la estrategia de expansión monetaria para que los mercados financieros sufrieran enormes caídas. A partir de entonces, los nuevos tímidos sondeos y desmentidos han sido una constante. Lo mismo que las filtraciones sobre las divisiones en el seno del Consejo de la Reserva Federal y sobre el peso creciente de los partidarios de contener la expansión monetaria.

Como consecuencia de este nuevo clima, los mercados financieros saben ya que las adquisiciones masivas de activos y los tipos de interés cercanos a cero no van a durar mucho tiempo y ello se ha trasladado rápidamente a los tipos de interés en USA, que están sufriendo un alza acelerada. Estos tipos de interés, que llevan reduciéndose de forma constante desde 2007, han repuntado rápidamente, incluso antes de que la Reserva Federal empiece a modificar sus políticas monetarias.

Este otoño puede ser decisivo. Todo parece indicar que, tanto ante el previsto relevo en la Presidencia de la Reserva Federal como ante el inicio del cambio de las políticas monetarias y la acumulación de las tensiones internas de los mercados financieros, nos encontramos ante un alto riesgo de estallido de ciertas grandes entidades financieras.

Ante tal situación, podemos anticipar lo que sucederá si se aplican las previstas medidas de rescate interno o bail-in. O, mejor dicho, podemos preverlo en el caso de los bancos estrictamente comerciales. En estos bancos, la compensación de pérdidas con cargo a los saldos de accionistas e inversores será más que suficiente para evitar daños a los depositantes y sin recurrir a rescates con cargo a fondos públicos. También podemos anticipar que, en el caso de la gran banca de inversión, la disolución de las entidades afectadas será con frecuencia el resultado lógico de los procesos de resolución, si efectivamente se mantiene el criterio actualmente proclamado de evitar afectar fondos públicos.

El problema radica en los grandes bancos comerciales occidentales con importantes riesgos especulativos. En este caso, el riesgo de que el mecanismo de bail-in implique hacer recaer los costes sobre los depositantes es ciertamente elevado, salvo que -antes de la apertura de estos procesos- los riesgos especulativos hayan sido adecuadamente separados de la actividad de banca comercial. Y no está claro que esta separación vaya a abordarse a tiempo.

Recordemos que estos grandes riesgos especulativos afectan a la gran banca de inversión USA pero también a grandes bancos europeos, que constituyen en este momento la verdadera amenaza para la estabilidad de nuestros países. Práctica- mente todos los estados europeos tienen sus problemas al respecto: Credit Suisse y UBS en Suiza, Commerzbank y Deutsche Bank en Alemania, BBVA y Grupo Santander en España, BNP, Crédit Agricole y Société Générale en Francia.

Los riesgos reales de estos grandes bancos son en buena parte desconocidos. Junto a los riesgos de la banca comercial, preocupan en particular los generados por sus operaciones en derivados financieros, muchas de ellas en los países anglosajones, ciertamente complejos y difíciles de cuantificar. Pero son, en cualquier caso, enormes. Hay que tener en cuenta también que la política expansiva de la Reserva Federal no solo se ha dirigido a ayudar a los bancos USA sino, en buena parte, a ayudar a los grandes bancos europeos en dificultades, con gran sorpresa de quienes desconocen las redes de intereses financieros internacionales.

En cualquier caso, recordemos que el ascenso de los tipos de interés fue el detonante de la crisis de las hipotecas inmobiliarias en 2007. A quien quiera disponer de una referencia directa sobre el riesgo de un nuevo estallido de la crisis financiera o de posibles caídas de grandes bancos, le recomendamos que siga con atención la evolución de los tipos de interés del tesoro USA.

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El estudiante que salvó al mundo de la austeridad

Un alumno de doctorado de 28 años desmontó el informe de dos economistas de Harvard

Las políticas de recortes del gasto se basan en este estudio erróneo

 
Los profesores de Harvard Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart. / M. F. Calvert
Cuando la deuda de un país supera el 90% del PIB, el crecimiento de la economía es inviable. El aserto, nacido de dos cerebros de Harvard y sobre el que se asientan las políticas de austeridad que están a punto de dinamitar los pilares del Estado de bienestar en medio mundo, ha resultado tan falaz como las armas de destrucción masiva que sirvieron para justificar la invasión de Irak.

“Es exagerado hacer la comparación, pero acepto la analogía porque es cierto que se están adoptando políticas a partir de premisas que son falsas”. Quien habla es Thomas Herndon, el estudiante de 28 años que, en su camino para sacarse un doctorado en Economía en la Universidad de Massachusetts, ha desenmascarado la mentira macroeconómica más significativa de los últimos años, y sobre la que EE UU y Europa se han apoyado en su campaña por la austeridad fiscal y el recorte drástico del gasto.

Herndon cuenta que se frotaba los ojos al cruzar los datos de su trabajo ordinario de carrera con los del hipercitado informe de los profesores de la prestigiosa Universidad de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff. Los errores eran básicos. De hecho, al principio pensó que el equivocado era él. No podía ser que dos reputadas eminencias hubieran podido pasar por alto cosas así.

El estudio que está en el centro de la controversia global lo publicaron Reinhart y Rogoff en la American Economic Review en 2010. Ahí defienden cómo el crecimiento cae de golpe cuando la deuda pública de un país supera el 90% del PIB. Reinhart, nacida en La Habana (Cuba) hace 57 años, fue economista jefa durante tres años del difunto Bear Stearns, la primera víctima de la crisis financiera. Eso fue en los años 1980, antes de ocupar varios cargos en el Fondo Monetario Internacional (FMI), donde llegó a ser la número dos en el departamento de investigación antes de llegar a Harvard. Rogoff, de 60 años, fue su jefe en el FMI, donde tuvo un sonado encontronazo con Joseph Stiglitz a cuenta de la crítica que el premio Nobel hizo de esa institución en su libro El malestar en la globalización (2002).

Su novia, una socióloga acostumbrada a cruzar números, fue la primera en apoyarle: “No creo que estés equivocado”, le dijo

No fueron pocos los políticos que echaron mano del trabajo para defender que se pase la podadora al gasto para volver a la senda de un crecimiento sano y robusto. Entre ellos, Paul Ryan, el candidato republicano a la vicepresidencia de EE UU. También el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, y el expresidente del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet. Ninguno cuestionó la metodología del trabajo, ni sus datos, como hizo el joven Herndon.

“Estaba convencido desde el principio de que algo iba realmente mal con el estudio. Y cuando me llegaron los datos [los autores le mandaron las tablas de Excel que utilizaron, a petición del estudiante], se confirmaron mis sospechas”, relata Herndon. El joven estudiante, criado en Austin (Texas), de padre texano y madre de Hong Kong, al que le gusta tocar el bajo, le pasó las tablas a su novia, Kyla Walters. Ella tiene un doctorado en Sociología y gracias a su trabajo de investigación está muy acostumbrada a cruzar números. “No creo que te estés equivocando”, le respondió.

El siguiente paso fue acudir a Michael Ash y Robert Pollin, dos de sus profesores, que ahora le cubren las espaldas, pero que en un primer momento se mostraron más bien incrédulos. Lo que no logró anticipar Herndon, ni tampoco Ash y Pollin, es lo que venía a continuación. Hay economistas que les han llamado para emprender con ellos una batalla contra la idea de que el alto endeudamiento frena el crecimiento.

Pero hasta ahora ni un solo dirigente político se ha puesto en contacto con el trío para conocer su teoría. Aun así, el estudiante señala que el trabajo “está empezando a marcar la diferencia en los círculos de decisión política”. Cita, por ejemplo, el blog de John Taylor. El reputado economista por Stanford asegura que el error puesto en evidencia por el joven influyó en la decisión de los ministros de Finanzas del G-20 para omitir en su comunicado de la semana pasada una referencia al nivel de endeudamiento.

En el origen del fiasco está un encargo convencional de los profesores. Pidieron a los alumnos que emularan resultados estadísticos de estudios ya publicados. Él eligió el estudio de Reinhart y Rogoff porque, “aunque era poco atractivo”, le pareció oportuno vistas las dificultades que tienen Europa y EE UU para salir del agujero de la recesión y del impacto de las políticas que se están adoptando en los países.

El estudiante Thomas Herndon.

Los profesores de Harvard ahora cuestionados le facilitaron en enero todo el material que necesitaba para descifrar el estudio y le dieron libertad para publicar lo que quisiera. “Vi el error muy rápido”, dice Herndon. A comienzos de abril, Reinhart y Rogoff admitieron que habían cometido algunos fallos a la hora de codificar las cifras. Pero siguen defendiendo su metodología e insisten en que existe una clara correlación entre alto endeudamiento y lento crecimiento. “Este lamentable desliz no afecta al mensaje central”, dicen en una nota.

Herndon, que habla siempre en plural, admite que criticar el trabajo de los dos profesores de Harvard “es lo más fácil” y no cree que hubiera una intencionalidad cuando omitieron ciertos datos, como el hecho de que Australia, Canadá y Nueva Zelanda crecieran en periodos de alto endeudamiento, o se equivocaran en alguna suma al introducir mal las órdenes en la celdilla de Excel. Pero está convencido también de que la teoría no puede replicarse, porque está mal planteada. Y apoya que se adopten políticas de estímulo para salir de la recesión. “La austeridad es contraproducente, crea sufrimiento”.

El joven no se declara ni conservador ni liberal; dice que no le gustan las etiquetas. Pero sí parece tener muy claro que “es falso decir que el alto endeudamiento es malo”. Por eso cree que lo que deben hacer los dirigentes es ver las circunstancias específicas en las que la deuda puede ser efectiva en un escenario de recesión. Su prioridad ahora, comenta, es terminar el segundo semestre y recopilar ideas para su tesis final.

De momento se está dedicando con sus profesores a publicar los primeros hallazgos para después seguir desarrollando el trabajo a lo largo del verano, integrando mejoras estadísticas. Y entre clase y clase busca tiempo para conceder entrevistas e incluso acercarse a Nueva York para verse con Stephen Colbert, el conductor del programa satírico The Colbert report. Colbert le dedicó esta semana dos espacios a su trabajo, lo que muestra hasta qué punto está caliente el debate. En el primero se dedicó a mofarse de los profesores de Harvard y de los que se apoyaron en su estudio para aventurar “una nueva crisis económica alimentada por la deuda”. “¿Sabes que has enfadado a mucha gente en el campo de la austeridad, importantes y muy poderosos?”, le preguntó después. “La Universidad me cuida mucho”, le respondió. Herndon admite no estar preparado para la avalancha mediática. “Ni siquiera tenía una buena foto”, comenta. Y las siglas con las que los tres autores firman el trabajo, HAP, tomada de la inicial de sus apellidos, ha inspirado ya una expresión entre los estudiantes: “To get happed”, que alguien te señale los errores.

El joven cree que su experiencia hará que los estudiantes presten mucha más atención a la hora de comprobar una y otra vez los resultados de sus trabajos. “Serán mucho más cuidadosos”. Como le dijo Colbert, la pareja de Harvard no se dio cuenta de los errores porque no hay nadie por encima de ellos que les revise sus estudios. Ahora, como señala Kyla, su chico tendrá menos tiempo para practicar música, pero sus perspectivas de trabajo han mejorado.

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2012/06/21

CRISIS FINANCIERA en la eurozona | Crónica> Conferencia de Vicenç navarro

El fin del endeudamiento no requiere de nuevos tijeretazos

Con claridad y a través de datos concretos, Vicenç Navarro describió ayer en Donostia el camino a seguir para atajar la actual crisis económica, fundamentalmente, a través de una política fiscal que termine con las desigualdades. Así, rompió los mitos que quieren hacer creer que la austeridad es la única vía contra una crisis que, desde luego, no ha generado la ciudadanía.

Durante cincuenta minutos, el auditorio del Centro Carlos Santamaría de Donostia, en el campus de la UPV-EHU, estuvo en absoluto silencio escuchando con atención lo que Vicenç Navarro, Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, tenía que decir sobre la crisis que padece la economía. No se trató de una charla más, pues Navarro dio unas explicaciones muy concisas sobre cuáles son verdaderamente las recetas para superar esta crisis, sin que éstas ahonden más en la pobreza de los ciudadanos. El punto de partida se basó en la idea de que austeridad y crecimiento no son compatibles.

A la cola de la UE

Navarro defendió que el origen de la crisis en países como Grecia, Portugal o el Estado español está directamente relacionado con el carácter que históricamente han tenido sus gobiernos. En concreto, señaló que el dominio que durante años han tenido las fuerzas ultraconservadores afecta al Estado del Bienestar y para ello, expuso una serie de indicadores.

Recetas concretas

Navarro puso sobre la mesa soluciones concretas para terminar con el problema del endeudamiento, que dicho sea de paso, aclaró que no es consecuencia del gasto en el sector público sino de la burbuja inmobiliaria y el rescate bancario. Por tanto, hizo un llamamiento a no dejarse engañar por el farol de que el fin del endeudamiento requiere, sí o sí, de nuevos tijeretazos.

De hecho, demostró que existen otras vías de ahorro totalmente opuestas a las impuestas por los gobiernos de PP y PSOE. Por ejemplo, los 1.200 millones de euros que se ahorraron con la congelación de pensiones se quedan cortos con los 2.100 que podían haberse ahorrado manteniendo el Impuesto de Patrimonio. Un tributo que afecta a las clases más altas.

También podían haberse evitado los recortes en Sanidad, con los que se pretendía ahorrar alrededor de 6.000 euros. Hubiera bastado con anular la bajada del Impuesto de Sociedades a las grandes empresas, que representan solo el 0,12% de las empresas del Estado español. Esta medida supondría un ahorro de 5.300 millones de euros.

Otra opción hubiera sido eliminar el subsidio a la Iglesia, equivalente a 650 millones de euros. Cincuenta millones menos de lo ahorrado recortando las ayudas a la dependencia.

El mensaje final de Navarro fue claro. Existen otros modos de entender la economía que parten de una base que no contempla desigualdades, y el cooperativismo es, en su opinión, la manera más justa distribuir la riqueza. Por tanto, llamó a «espabilar» antes de caer en el «suicidio económico».

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Islandia emprende su propio camino para solucionar la crisis financieraEste pequeño país del Atlántico norte de poco más de 300.000 habitantes y con una de las mayores rentas per capita del mundo estuvo a finales del 2008 a punto de colapsar a consecuencia de la bancarrota de los tres mayores bancos islandeses: Glitnir, Kaupthing y Landsbanki. Resultó que en el balance de estos tres bancos juntos había activos que eran once veces mayores que toda la riqueza del país, es decir, durante el auge económico la riqueza financiera se había multiplicado sin ninguna relación con la economía real.

 

En esta situación crítica, el Parlamento actuó con rapidez y determinación. El 6 de octubre aprobó la Ley de Emergencia Bancaria por la que se permitía a la Autoridad Supervisora Financiera (ASF) tomar el control de los bancos con el objeto de limitar los daños o el riesgo de sufrirlos. Y así lo hicieron: la ASF cesó a los consejos de los bancos y tomó el control de las actividades de éstos; seguidamente separó los bancos en dos partes. Los llamados nuevos bancos se quedaron con los activos en el interior del país y continuaron con su actividad bancaria para evitar el colapso de la economía local, mientras que en los llamados viejos bancos se concentró todo el negocio exterior.

Problemas con Gran Bretaña y Holanda

Los viejos bancos también continuaron con su actividad bajo control de la Autoridad Supervisora y de acuerdo con los gobiernos de otros países excepto en Gran Bretaña, donde sus actividades fueron congeladas por parte del Gobierno, que utilizó para ello la Ley de Seguridad, contra el Terrorismo y el Crimen del año 2001. A partir de ahí, comenzaron los problemas con los clientes británicos y holandeses que llegan hasta la actualidad y que han provocado la convocatoria de dos referéndum en los que la población ha rechazado mayoritariamente las propuestas de acuerdo que los acreedores querían imponer al pueblo islandés.

Mientras, en otros países los bancos continuaron funcionando con normalidad, lo que permitió una liquidación ordenada de los haberes de los bancos, la devolución de los depósitos y el pago de parte de las deudas. El resto de las deudas fueron asumidas por los inversores como pérdidas. Una vez estabilizados los bancos, se propuso a los antiguos dueños que los compraran. Dos de ellos están en manos privadas con una pequeña participación del Gobierno. De este modo, el Gobierno ha recuperado parte del dinero invertido en la operación.

Como se puede observar en el gráfico, la deuda externa hubiera llegado a ser de casi 16 billones de coronas de haber avalado el Gobierno toda la deuda de los bancos, esto es, tres veces más que la riqueza del país. Sin embargo, gracias a que el Gobierno tomó el control de los bancos con problemas, separó las actividades y liquidó ordenadamente los fallidos, el costo para los contribuyentes ha sido bastante menor que en Irlanda, por ejemplo. Según los cálculos del Banco Central de Islandia, el gasto bruto en todo el proceso han sido del 67% del PIB, incluyendo los impuestos y cotizaciones que se han dejado de cobrar por la quiebra. Y el gasto neto, es decir, descontando lo que el estado ha recuperado con la venta de activos, ha sido del 41%.

Los créditos hipotecarios

La gestión de la crisis bancaria fue seguramente el mayor problema con el que tuvo que habérselas el Gobierno, aunque no el único. La crisis disparó la inflación, cerró el mercado de capitales y empujó hacia abajo la cotización de la Corona, lo que obligó al Gobierno a tomar otras medidas como establecer restricciones a los movimientos de capital e intervenir en la cotización de la moneda. Asimismo tuvo que recurrir al FMI.

En este contexto, el nuevo Gobierno resultante de las elecciones de 2009, sostenido por una coalición entre el Partido Socialdemócrata y el Movimiento de Izquierdas y Verde, y liderado por Johanna Sigurdardottir, no sólo ha continuado el proceso de saneamiento de los bancos y de estabilización de las finanzas, sino que también ha dado salida al problema de los créditos hipotecarios. Y es que la crisis, entre otras cosas, ha provocado la caída del precio de la vivienda muy por debajo del valor de las hipotecas, lo que unido al aumento del paro y de la inflación, ha dejado a muchas familias al borde de la ruina. El Gobierno firmó el 3 de diciembre de 2010 un acuerdo con los fondos de pensiones y otros prestamistas del país para reducir unas deudas hipotecarias que son impagables e incobrables.

Ese acuerdo contempla, en primer lugar, una rebaja en las condiciones para poder acceder a esta nueva financiación, lo que beneficiará a unas 60.000 familias según los cálculos del Gobierno. En segundo lugar, se facilita la llamada «vía del 110%», es decir, se reduce la deuda hipotecaria al 110% del valor actual de la vivienda y se establece que el pago mensual máximo no puede exceder el 20% de los ingresos de la familia. Por último, el Gobierno está estudiando una completa reorganización del sistema de tipos de interés. Este cambio puede suponer para las familias que se encuentran en una situación financiera más comprometida reducir su deuda hasta el 70% del valor actual de su vivienda.

Perspectivas

El Gobierno de Islandia, presionado por la ciudadanía, ha optado por dejar caer a los bancos en quiebra para después liquidarlos y así hacer frente a parte de las deudas que tenían; el resto las han tenido que asumir los inversores en forma de pérdidas, que son parte ineludible de los juegos arriesgados que salen mal. El Gobierno también ha adoptado un plan para repartir las pérdidas de la caída del precio de la vivienda y minimizar la deuda. Descargado en parte el peso que la deuda tenía sobre la economía, las perspectivas de ésta han mejorado sustancialmente. En el cuadro adjunto se observa el pronóstico de crecimiento del FMI para varios países muy endeudados y para Islandia. A pesar de la caída que sufrió la economía, las perspectivas son mejores que las del resto de países.

Y a mayor crecimiento, mayores posibilidades de hacer frente a las deudas. Quizás lo que mejor refleje la confianza en las buenas perspectivas de la economía islandesa son los famosos CDS, los seguros de cobertura contra impagos de la deuda. Cuando la crisis se desató, los CDS sobre la deuda islandesa se dispararon, pero a medida que el tiempo pasa, el precio de estos seguros va bajando, justo la tendencia contraria a la de Irlanda, Portugal, Estado español o Grecia, que no han dejado de subir desde entonces; y lo peor, que no se atisba cuándo pueden empezar a bajar.

Islandia ha sabido buscar el camino de salida de la crisis financiera desde la independencia de pensamiento, el sentido común y la soberanía nacional. Ha liquidado las deudas impagables, no solo de los bancos, sino también de la población; ha llegado a acuerdos con los acreedores logrando minimizar los daños que el colapso bancario podía haber generado. Han recogido los cascotes que dejó la fiesta de los bancos y ahoran pueden mirar hacia el futuro con tranquilidad.

El único conflicto pendiente es el de los inversores británicos y holandeses que cada vez parece más una maniobra del Gobierno británico para castigar la independencia de este pequeño país que un intento serio por recuperar ciertos depósitos de inversores británicos. Incluso el jefe de los comentaristas económicos del Financial Times, Martin Wolf, reconoce en un artículo publicado el 14 de enero de 2010 que es discutible que los islandeses tengan la obligación legal de pagar esas pérdidas, pero que desde su punto de vista no tienen la obligación moral de pagarlas. Y en cuanto a si la demanda es razonable, dice que en los países civilizados hace mucho que se aceptó un limite en la persecución de los deudores, se limitó la reponsabilidad por las deudas y se abolieron las penas de prisión para los deudores. Por eso, amenazar a un pequeño país con la destrucción por una deuda le parece «vergonzoso»

La pasada semana arrancaba el juicio contra el ex primer ministro conservador islandés Geir H. Haarde acusado de negligencia grave por su actuación antes y durante la crisis bancaria del año 2008. No es, sin embargo, ese juicio la única diferencia en la gestión que ha hecho Islandia de la crisis.

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Un laboratorio liberal arrasado por la crisis

Cuando el pueblo islandés vota contra los banqueros

Robert Wade y Silla Sigurgeirsdóttir

www.eldiplo.org

En Estados Unidos los republicanos luchan por recortar el presupuesto federal; en Grecia, una posible restructuración de la deuda refuerza la austeridad. Los gobiernos, ante la presión de los especuladores, optan por hacer pagar el costo a la sociedad. En cambio, los islandeses proponen enviarle la factura de la crisis a quienes la provocaron.

Isla pequeña, grandes preguntas. ¿Deben los ciudadanos pagar por la locura de los banqueros? ¿Existe todavía alguna institución vinculada a la soberanía popular capaz de oponer su legitimidad a la supremacía de las finanzas? Esto es lo que estaba en juego en el referéndum organizado el pasado 10 de abril en Islandia. Ese día el gobierno sondeaba la opinión de la población por segunda vez: ¿aceptan ustedes reembolsar los depósitos de particulares británicos y holandeses en el banco privado Icesave? Y, por segunda vez, los habitantes de la isla devastada por la crisis iniciada en 2008 respondieron “no”; lo hizo el 60% de los votantes, contra el 93% en la primera consulta, en marzo de 2010.

El final de la votación adopta un tono particular en un momento en que, bajo la presión de los especuladores, de la Comisión Europea y del Fondo Monetario Internacional (FMI), los gobiernos del Viejo Continente imponen políticas de austeridad para las cuales no fueron elegidos. La dominación del mundo occidental por parte de las instituciones financieras, liberadas de cualquier restricción, inquieta incluso a los turiferarios de la desregulación. Luego del referéndum islandés, el editorialista del muy liberal Financial Times se alegró de que “fuera posible colocar a los ciudadanos antes que a los bancos” (13-4-11). Una idea que aún encuentra poco eco entre los dirigentes políticos europeos.
Si Islandia es hoy un “caso de libro”, es porque este país ofrece un ejemplo químicamente puro de las dinámicas que, durante los años 1990 y 2000, permitieron a los intereses privados dictar regulaciones públicas que llevaron a inflar la esfera financiera, a desencajarla del resto de la economía y, finalmente, a su implosión.
En 2007, justo antes de la crisis, todo iba de la mejor manera posible: el ingreso promedio islandés se ubicaba en el quinto puesto del rango mundial y aventajaba en un 60% al de Estados Unidos. En ese momento, los restaurantes elegantes de Reikjavik dejaban a los de Londres como mediocres cantinas. Los artículos de lujo inundaban los negocios y enormes 4×4 obstruían las calles. Un año antes, un estudio internacional había identificado a la población de la isla como la más feliz del planeta (1). Una gran parte de su prosperidad se apoyaba en el acelerado crecimiento de tres bancos islandeses. Hasta 1998 habían sido pequeñas empresas del sector público, pero fueron creciendo rápidamente hasta ubicarse entre los trescientos bancos más importantes del mundo y sus activos pasaron del 100% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2000, a casi el 800% en 2007, un nivel que sólo superaba Suiza.
La crisis económica estalló a fines de septiembre de 2008. Después de la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, los mercados monetarios se comprimieron (2). Incapaces de devolver el dinero a sus acreedores, los tres grandes bancos islandeses fueron nacionalizados. Accedieron así a un grupo menos glorioso: el que publicó la agencia de calificación de riesgos Moody’s como el de las once catástrofes financieras más espectaculares de la historia.
De una estructura feudal al neoliberalismo
A comienzos del siglo XX, después de más de seiscientos años de dominación extranjera, las estructuras sociales de Islandia seguían siendo las más feudales de los países nórdicos. La pesca dominaba la economía y generaba la mayor parte de las entradas de divisas extranjeras, permitiendo que el comercio se desarrollara gracias a las importaciones. Esto estimuló nuevas actividades: construcción, servicios e industria liviana. Después de la Segunda Guerra Mundial la economía entró en un período de crecimiento más sostenido, favorecida por diversos factores: la ayuda ligada al Plan Marshall, asociada a la instalación de una base militar destinada a recibir al ejército estadounidense y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); la abundancia de un bien de exportación poco sensible a las fluctuaciones del ingreso de los consumidores, el pescado de agua fría, y una población poco numerosa, muy educada y dotada de un fuerte sentimiento de pertenencia nacional.
A medida que Islandia se enriquecía, fue sentando las bases de un Estado de Bienestar inspirado en el modelo escandinavo, financiado con impuestos. En la década de 1980, el nivel y la distribución del ingreso disponible alcanzaron al promedio de los países nórdicos. Sin embargo, el peso del Estado siguió siendo más pronunciado en Islandia que en sus vecinos europeos. Igual que el clientelismo: la oligarquía local limitaba el paisaje tanto político como económico.
La sociedad capitalista moderna de la segunda mitad del siglo XX se inscribió en un vínculo de filiación directa con las estructuras casi feudales del siglo XIX. En las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, catorce familias –un grupo conocido con el nombre de “Pulpo”– constituyeron la elite económica y política del país. A semejanza de los jefes tribales antiguos, estas familias controlaban las importaciones, los transportes, la banca, los seguros, la pesca y el aprovisionamiento de la base de la OTAN.
Esta oligarquía reinó también en el Partido de la Independencia (PI, de derecha), que controlaba los medios de comunicación y avalaba los nombramientos de los altos funcionarios en la administración, la policía y el ejército. En su momento, los partidos dominantes –el PI y el Partido del Centro (PC), que reclutaba adeptos en las zonas rurales (3)– administraban directamente los bancos públicos locales: era imposible obtener un préstamo sin pasar por el apparatchik local. La intimidación, la adulación servil y la desconfianza tejieron una red de poder impregnada de cultura machista, pronta a erigir la abundancia de vello en virtud universal.
Pero a fines de los años 70, una facción neoliberal vino a subvertir, desde el interior, el orden tradicional. Fue empujada por la “Locomotora”, nombre proveniente de un diario del cual se apropiaron estudiantes de derecho y comercio. Su objetivo era promover los preceptos del librecambio y generarse posibilidades de carrera sin tener que esperar la bendición del Pulpo. Con el fin de la Guerra Fría, la oposición de izquierda ya no tuvo influencia y la Locomotora prosperó. Le dio al país un primer ministro, David Oddsson (PI).
Nacido en 1948 en el seno de la clase media, Oddsson llegó a ser consejero municipal de Reikjavik por el PI en 1974 y después alcalde en 1982. Entonces llevó a cabo campañas de privatización –como la venta de la flota de pesca municipal– en beneficio de miembros de la Locomotora. En 1991, condujo al PI hacia la victoria en las elecciones nacionales. Convertido en Primer Ministro, reinó el país durante más de 14 años y presidió el extraordinario crecimiento del sector financiero, antes de instalarse al mando del Banco Central, en 2004. Sin alejarse jamás de la corriente principal de la política islandesa, se mantuvo apartado del resto de la sociedad, donde no despertaba la menor curiosidad. Su protegido dentro de la Locomotora, Geir Haarde, ministro de Finanzas de 1998 a 2005, sucedió en 2006 a Halldór Asgrímsson a la cabeza del gobierno, a quien Oddson le había cedido el poder en 2004.
La liberalización de la economía islandesa comenzó en 1994. El acceso al Espacio Económico Europeo –la zona de libre comercio de los países de la Unión Europea a la cual se unen Islandia, Liechtenstein y Noruega– impuso la libre circulación de capitales, bienes, servicios y personas. El gobierno de Oddsson se lanzó a un programa de venta de activos del Estado y de desregulación del mercado de trabajo. La privatización del sector financiero comenzó en 1998 bajo la dirección de Oddsson y Halidór Ásgrímsson, líder del PC, socio de la coalición entonces en el poder: el banco Landsbanki fue asignado a dignatarios del PI, mientras que su competidor, el Kaupthing, le correspondió al PC. Más tarde, un banco privado proveniente de la fusión de varios pequeños establecimientos, el Glitnir, se instaló en el tercer lugar.
Islandia entró al nuevo milenio empujada por el aliento de las finanzas internacionales, dopadas por los créditos baratos. En el plano nacional, tres elementos resultaron determinantes: un compromiso político fuerte a favor del sector; la fusión de los bancos de inversión y de los bancos comerciales, que les permitió a los primeros beneficiarse con las garantías que el gobierno ofrecía a los segundos, y una deuda soberana reducida, que permitía calificar a los bancos con la indispensable buena nota de las agencias internacionales calificadoras de riesgo. Seguros con eso, los accionistas mayoritarios de Landsbanki, Kaupthing, Glitnir y sus diversas filiales, invirtieron la vieja dominación de la política sobre las finanzas.
La administración Oddsson pronto disminuyó la regulación de los préstamos hipotecarios garantizados por el Estado, autorizando préstamos que llegaban al 90% del valor de un bien. Los bancos, recién privatizados, se apresuraron a ofrecer condiciones aun más “generosas”. El impuesto a los ingresos y el Impuesto al Valor Agregado (IVA) bajaron, de acuerdo con la estrategia que apuntaba a convertir a Islandia en un centro financiero internacional bendecido por la moderación fiscal. Así se inició la dinámica de la burbuja.
Las nuevas elites bancarias islandesas, deseosas de extender su dominio sobre la economía del país, se dedicaron a ello con alegría. Utilizando sus acciones como garantía, se permitieron suscribir fuertes empréstitos en sus propios establecimientos para proceder a la compra de acciones… de esos mismos establecimientos. Resultado: las cotizaciones subieron. La misma operación se extendió a veces a otros bancos. Así, los accionistas del banco B tomaron préstamos en el banco A para comprar acciones de su propia sociedad, antes de devolverles la amabilidad a sus amigos del banco A, que procedieron de la misma manera. Desde ese momento, la cotización en bolsa de ambos bancos creció notoriamente, sin relación con su actividad real.
A ese ritmo, la pequeña isla logró que le abrieran las puertas del club de los gigantes de las finanzas. La sobreabundancia de crédito le permitió a la población celebrar con exuberancia el final de las décadas de racionamiento del crédito, que antes pasaba por el tamiz de las redes políticas. Finalmente, los islandeses se sintieron verdaderamente “independientes”. Lo que tal vez explique su sentimiento –en ese momento– de ser la población “más feliz del mundo”. Los propietarios y los dirigentes de bancos se remuneraron a sí mismos cada vez más generosamente (un verdadero embelesamiento dentro de los establecimientos). Y cuanto más ricos eran, más gozaban del apoyo de los partidos políticos, a los que financiaban. Los jets privados desgarrando el cielo de Reikjavik aparecieron entonces como la prueba sonora del éxito para una población que, desde tierra firme, dudaba entre la envidia y la admiración. Las desigualdades en los ingresos y en los patrimonios aumentaron, agravadas por políticas gubernamentales que reforzaban la carga fiscal de la mitad más pobre de la sociedad. En resumen, “las iniciativas liberales de Oddsson constituyeron el más formidable éxito del mundo” (4), declaró en las columnas de The Wall Street Journal uno de los más ardientes defensores islandeses de la economía de mercado.
Icesave: un arma de doble filo
Sin embargo, a comienzos de 2006 apareció la desconfianza. La prensa financiera se preguntó sobre la estabilidad de los grandes bancos, que empezaban a tener dificultades para encontrar fondos en los mercados monetarios. El déficit corriente de Islandia saltó del 5% del PIB en 2003 al 20% en 2006, uno de los niveles más elevados del mundo. La capitalización bursátil alcanzó, en 2007, cinco veces su nivel de 2001. Landsbanki, Kaupthing y Glitnir ya operaban mucho más allá de la capacidad del Banco Central de Islandia para sostenerlos como prestamista de última instancia. Y esto sucedió porque sus deudas eran reales, y sus activos, dudosos. En febrero de 2006, la agencia Fitch bajó la nota islandesa de “estable” a “negativa”: fue la “mini-crisis”. La corona islandesa cayó bruscamente en sentido contrario al valor de las deudas de los bancos, que aumentaron; la perennidad de los créditos expresados en monedas extranjeras se convirtió pronto en un problema “público”; el mercado de acciones se derrumbó y las quiebras se multiplicaron. El Danske Bank de Copenhague describió entonces a Islandia como una “economía géiser” a punto de explotar (5).
Los banqueros y los dirigentes políticos islandeses ponían a un lado las críticas. El Banco Central de Islandia tomó un préstamo con el fin de duplicar sus reservas de divisas extranjeras, mientras la Cámara de Comercio –conducida por los representantes de Landsbanki, Kaupthing, Glitnir y de sus diversas filiales– respondió con una campaña de comunicación en la prensa. El economista estadounidense Frederic Mishkin percibió 135.000 dólares por poner su nombre en un informe escrito casi enteramente por un economista islandés, dando pruebas de la estabilidad de los bancos islandeses (6). Richard Portes, que venía de London School of Economics, se contentó con 58.000 libras por el mismo tipo de evaluación. A fines de 2007, Arthur Laffer, teórico de la economía de la oferta, sentenció: “Islandia debería ser un modelo para el mundo entero” (7). El valor de los activos de los bancos llegó entonces a alrededor de ocho veces el PIB.
En las elecciones de mayo de 2007, la Alianza Social Demócrata (ASD) (8) formó un gobierno de coalición con el PI, todavía dominante. Para consternación de muchos de sus partidarios, los dirigentes de la ASD olvidaron sus promesas preelectorales y manifestaron un apoyo incondicional a la expansión del sector financiero.
Aunque habían sobrevivido a la mini crisis de 2006, el Landsbanki, el Kaupthing y el Glitnir siguieron teniendo dificultades para encontrar dinero fresco para financiar nuevas adquisiciones y reembolsar sus deudas. Los bancos desarrollaron entonces dos métodos para superar sus dificultades. El primero: “Icesave”, una invención de Landsbanki. Se trata de un servicio en internet destinado a atraer depósitos ofreciendo tasas de interés más atractivas que los bancos tradicionales. Icesave, fundada en Gran Bretaña en octubre de 2006 y en los Países Bajos 18 meses más tarde, gozó muy rápidamente de las recomendaciones de otros sitios especializados en finanzas en línea, y pronto se encontró desbordada por los depósitos. Afluyeron decenas de millones de libras esterlinas. Entre los primeros clientes estuvieron la Universidad de Cambridge, la policía de Londres, e incluso la Comisión de Auditoría del Reino Unido, encargada de administrar las finanzas de los gobiernos locales. Sin contar centenas de miles de particulares (300.000 poseedores de una cuenta Icesave sólo en el Reino Unido).
El hecho de que las entidades Icesave fueran establecidas como “agencias” –y no como filiales– significa que se colocaban bajo el control de las autoridades islandesas, con preferencia a las de los países huéspedes. Sin embargo, nadie se inquietaba por el hecho de que la agencia de regulación islandesa sólo contaba con 45 personas –recepcionistas incluidos–, la mayoría de los cuales efectuaba una estadía con vistas a ser reclutados por uno de los bancos del país. Nadie se preocupó tampoco por el hecho de que el dispositivo de seguro de los depósitos del espacio europeo estipulaba que le incumbiría a la población islandesa (320.000 personas) indemnizar a los depositantes extranjeros en caso de quiebra.
La segunda solución imaginada por los bancos para tener acceso a nuevos fondos líquidos, sin tener que justificar activos reales, fueron las “cartas de amor”. Los “Tres Grandes” vendían créditos a bancos regionales más pequeños que, a su vez, los presentan al Banco Central para garantizar nuevos préstamos… y prestarle así a los “Tres Grandes”. Los créditos iniciales fueron rápidamente denominados en la profesión “cartas de amor”, porque se resumen en simples promesas. El dispositivo se internacionalizó: los “Tres Grandes” crearon filiales en Luxemburgo y depositaron su correo sentimental en el Banco Central Europeo (BCE), a cambio de fondos líquidos que remitían a Islandia.
La caída de los establecimientos bancarios islandeses se produjo dos semanas después de la caída de Lehman Brothers. El 29 de septiembre de 2008, el Glitnir solicitó ayuda al gobernador del Banco Central, Oddsson. Pretendiendo tranquilizarlo, éste ordenó a su institución comprar el 75% de las acciones de Glitnir, lo cual tuvo como único efecto agravar la inquietud. La nota del país se vino abajo, mientras al Landsbanki y al Kaupthing les retiraron sus líneas de crédito. Los retiros masivos comenzaron en las filiales de Icesave en el extranjero. El 7 de octubre, Oddsson decidió indexar la corona islandesa con una canasta de divisas. Pero la moneda cayó, y las reservas en moneda extranjera se agotaron rápidamente. Sin control de los capitales, la indexación no duró más que algunas horas. Sin embargo, eso les dio tiempo suficiente a los cercanos al poder para cambiar sus coronas a un tipo de cambio favorable. Miles de millones salieron del país, antes de dejar flotar a la corona o, para decirlo mejor, de que se hundiera. El 8 de octubre, el primer ministro británico, Gordon Brown, congeló los activos de Landsbanki en Gran Bretaña, apoyándose en una de las leyes antiterroristas aprobadas por el New Labour. La Bolsa, las obligaciones bancarias y el sector inmobiliario sufrieron la misma suerte que el ingreso medio de los islandeses, es decir, cayeron.
Políticas de ajuste y estallido social
El Fondo Monetario Internacional (FMI) llegó entonces a Reikjavik. Fue la primera vez desde su intervención en Gran Bretaña en 1976, que era llamado para salvar a una economía desarrollada. Ofreció un préstamo condicionado de 2.100 millones de dólares para estabilizar la corona islandesa. El FMI apoyó, por otra parte, las exigencias de los gobiernos británico y holandés: sometida al dispositivo europeo de garantía de los depósitos, Islandia debía indemnizar a Londres y La Haya (que decidieron reflotar por sí mismos a los clientes de Icesave en sus territorios).
El pueblo, habitualmente plácido, dejó estallar su furia. Los movimientos de protesta se dirigieron principalmente a Haarde y Oddsson –los caciques del PI– así como al ministro de Relaciones Exteriores de la ASD, Ingibjorg Gisladóttir. En varias oportunidades, entre octubre de 2008 y enero de 2009, los sábados después de almorzar, en medio del frío, miles de personas de todas las edades se agruparon en la plaza principal de Reikjavik. Los manifestantes se tomaron del brazo para formar una cadena humana en torno al Parlamento y tapizaron el edificio con frutas y yogures exigiendo la renuncia del gobierno.
En enero de 2009, la coalición entre la ASD y el PI se quebró. Como único ejemplo de un “viraje hacia la izquierda” en un país afectado por la crisis financiera internacional, se constituyó entonces un gobierno provisorio que reunió a socialdemócratas y al nuevo y popular Movimiento de Izquierda Verde (MIV). En las elecciones de abril de 2009, el PI sólo obtuvo dieciséis escaños, a pesar de un sistema electoral que le era extremadamente favorable. Fue su peor resultado desde su creación, en 1929.
La nueva coalición se vio rápidamente urgida a reembolsar la enorme deuda de Icesave a los británicos y holandeses: era la condición previa para la ayuda del FMI. El nuevo gobierno también consideró someter su candidatura para convertirse en miembro completo de la Unión Europea y de la zona euro. Después de largas negociaciones, en octubre de 2009, presentó al Parlamento los términos de un acuerdo posible sobre la deuda de Icesave: 5.500 millones de dólares (alrededor de 3.700 millones de euros), o sea el 50% del PIB islandés, que se pagaría a los Tesoros públicos británico y holandés entre 2016 y 2023.
El MIV protestó. El ministro de salud, que proviene de ese partido, dejó su puesto, mientras cinco disidentes negaron la consigna de voto del gobierno. La ley fue impuesta el 30 de diciembre de 2009, en un clima de desaprobación general, que llevó al presidente Olafur Grimsson a anunciar que no promulgaría una ley tan contraria al sentimiento nacional. En el referéndum de marzo de 2010, el 93% de los votantes se pronunció contra el acuerdo de Icesave, y sólo el 2% a favor. Los dirigentes del Partido Socialdemócrata y del MIV se abstuvieron. En mayo de 2010 los socialdemócratas volvieron a caer al 19% en las elecciones municipales de Reikjavik, que consagraron a un actor cómico en la alcaldía de la capital. En octubre, volvieron las manifestaciones populares; la coalición concedió la elección de una asamblea constituyente que sería finalmente invalidada por la Corte Suprema.
El nuevo proyecto de acuerdo sobre el litigio Icesave, sometido a referéndum en abril pasado, se refería a un monto de 4.000 millones de dólares (alrededor de 2.700 millones de euros). Después del “no”, el diferendo que enfrentó a Reikjavik con Londres y La Haya podría ser enviado a la justicia.
El hecho de trasladar a 2011 los recortes más importantes en el gasto público, le dio un poco de aire a la economía. Hasta ahora, Islandia ha sufrido una contracción de su actividad menos importante que Irlanda, Estonia y Lituania, donde el rigor se aplicó más intensamente. El desempleo pasó del 2% en 2006 a alrededor del 7% o el 9% desde el inicio de 2009. Pero la tasa de emigración –de los islandeses y de otros trabajadores europeos presentes en el país, sobre todo polacos– alcanzó su nivel más alto desde 1889. Sin embargo, el poder socialdemócrata y verde había prometido austeridad para 2011. Los gobiernos ya no disponen de presupuesto para nuevos proyectos. En los hospitales y escuelas, los salarios bajaron y han comenzado los despidos. El congelamiento de los embargos inmobiliarios expiró a fines de 2010.
La decisión del gobierno de coalición PI-PSD, de otorgar a los ciudadanos islandeses una garantía ilimitada para los depósitos, tomada a fines de 2008, ilustra el poder de la elite financiera sobre el país. Imponer un límite de cinco millones de coronas –alrededor de 50.000 euros– habría bastado para proteger al 95% de los depositantes. Sólo el 5% más rico se benefició de la garantía ilimitada, que hoy genera nuevas restricciones en los gastos públicos. Se hubiera podido pensar que el pequeño tamaño de Islandia habría permitido revelar más pronto la ceguera del gobierno; pero ocurrió todo lo contrario. Mucho antes, Oddsson había emprendido la “privatización” de la información. El Instituto Económico Nacional de Islandia, que tenía una reputación de independencia en sus análisis, fue disuelto en 2002, ya que la administración prefería recurrir… a los departamentos de análisis e investigación de los propios bancos.
Otro fenómeno resulta igualmente sorprendente. El crecimiento de la burbuja islandesa estuvo acompañado, en un primer momento, por la publicación de informes críticos, especialmente dentro del Banco Central. Pero en 2007 y 2008, cuando la amenaza se hizo seria, los documentos –incluyendo los del FMI– suavizaron su tono. Tanto las instituciones financieras oficiales como los banqueros y los políticos parecen haber actuado sobre la base de un acuerdo implícito: la situación se había hecho tan grave que no había que hablar de ella, a riesgo de desencadenar un pánico bancario.
En octubre de 2010 el Parlamento decidió demandar al ex primer ministro Haarde por no haber cumplido con sus responsabilidades. El secretario de finanzas permanente Baldur Gudlaugsson (un ex miembro de la Locomotora) fue condenado a dos años de cárcel por el delito información privilegiada cuando vendió su participación en Landsbanki en septiembre de 2008, sólo algunos días después de haber conversado sobre el banco con el ministro de Finanzas británico, Alisdair Darling.
Lejos de haber respondido por sus actos, a Oddsson le ofrecieron el puesto de jefe de Redacción del principal diario de Reikjavik, Morgunbladid, desde donde dirige la cobertura de la crisis; un poco como si, como señaló un comentarista, se hubiera nombrado a Richard Nixon a la cabeza de The Washington Post durante el Watergate.
1 World Database of Happiness, 2006, http://worlddatabaseofhappiness.eur.nl
2 Véase “Le krach du libéralisme”, Manière de voir, N° 102, diciembre 2008 – enero 2009.
3 En la oposición se encuentra especialmente el Partido Social Demócrata y el Partido de la Gente Común (Common People’s Parti, más a la izquierda).
4 Hannes Gissurarson, “Miracle on Iceland”, The Wall Street Journal, Nueva York, 29-1-04.
5 Danske Bank, “Iceland: Geyser Crisis”, Copenhague, 2006.
6 Después de la debacle de septiembre de 2008, Mishkin modificó subrepticiamente el título de su estudio “Stabilité financière en Islande”. En su curriculum vitae, el informe se titula ahora “Instabilité financière en Islande”.
7 Arthur Laffer, “Overheating is not dangerous”, Morgunbladid, Reikjavik, 17-11-07.
8 La Alianza reunió al Partido Social Demócrata, la Lista de las Mujeres y una fracción de la Alianza Popular (proveniente de la izquierda crítica, tanto de la OTAN como del Bloque de Varsovia).
Robert Wade y Silla Sigurgeirsdóttir son, respectivamente, profesor de Economía Política de L ondon School of Economics y profesora de Políticas Públicas en la Universidad de Islandia. Este artículo es una versión modificada y actualizada de un estudio publicado en New Left Review, Nº 65, Londres, septiembre-octubre de 2010 .