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Incapacitada por el teléfono móvil
Un juez de Madrid concede la invalidez permanente a una mujer de 42 años por sufrir hipersensibilidad electromagnética

Los efectos de las ondas le impiden trabajar «con adecuado nivel de profesionalidad», dice la sentencia.Cuando una persona sufre dolores de cabeza, mareos, fatiga, náuseas, palpitaciones e incluso alteraciones digestivas al estar en la órbita de un teléfono móvil o cualquier artilugio que emita ondas eléctricas o magnéticas, esa persona no está en condiciones de trabajar. Una sentencia pionera lo reconoce. El juzgado de lo social número 24 de Madrid ha declarado la incapacidad permanente y absoluta de una trabajadora de la Facultad de Económicas de la Universidad Complutense de Madrid por sufrir el síndrome de fatiga crónica y de hipersensibilidad electromagnética y ambiental.
La mujer, de 42 años, trabajaba como auxiliar de servicios en la institución docente desde 1989 y el año pasado le diagnosticaron su extraño mal. El equipo de valoración de incapacidades también advirtió que padece enfermedad celíaca y fibromialgia. Pese a ello, el Instituto Nacional de la Seguridad Social rechazó concederle la incapacidad permanente, al considerar que la paciente no presentaba «reducciones anatómicas o funcionales que disminuyeran o anularan su capacidad laboral».
Pensión del 100%
Así que la trabajadora optó por ir un paso más allá y recurrió a la Justicia. Tras un juicio celebrado el pasado 23 de mayo el juez sustituto Juan Manuel Carrillo Sanz le ha dado la razón. Considera que «la clínica probada es de entidad suficiente» para impedirle el desempeño de sus tareas habituales «con adecuado nivel de profesionalidad y rendimiento». Así que le concede una pensión equivalente al 100% de la base reguladora, de 1.640 euros. La sentencia, siendo pionera, aún no es firme ya que cabe recurso ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid.
Hace poco más de un mes esta controvertida enfermedad mereció la atención del Parlamento vasco. De hecho, la Cámara de Vitoria emplazó al Gobierno autonómico a impulsar de la mano de otras instituciones la inclusión de la electrohipersensibilidad (EHS) y de la sensibilidad química múltiple (SQM) en la clasificación internacional de enfermedades. Pero, sobre todo, el texto impulsado por Ezker Batua pedía que las personas afectadas por estos males fuesen tratadas como enfermos crónicos. Todo esto haría más fácil tener en cuenta su situación a la hora de «conseguir adaptaciones laborales» y, como en el caso de Madrid, la declaración de discapacidad.
Pero lo cierto es que aún hay escepticismo con respecto a un mal íntimamente vinculado a los avances tecnológicos que saturan el aire de ondas electromagnéticas. Según ciertos estudios, en España hay cerca de medio millón de personas que pueden padecer algún grado de hipersensibilidad magnética y ambiental. El hecho de que no esté plenamente reconocida provoca que, en muchos casos, los enfermos sufran, además, la incomprensión o incluso el rechazo de muchos médicos que desconocen su existencia.
Desorientación y migrañas
Esta ausencia de reconocimiento formal es otra losa más que pesa sobre la vida de quienes sufren hipersensibilidad electromagnética y cuyo día a día viene a ser una huida a ciegas del enemigo invisible. Teléfonos móviles, wi-fi, líneas de alta tensión e incluso las emisiones de todo tipo de electrodomésticos les provocan mil males. Desde desorientación hasta migrañas, pasando por vómitos y diarreas. No hay más cura que alejarse de las malditas ondas, lo que a menudo implica casi aislarse del mundo.

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