FEDERICO GARCÍA LORCA HA SIDO VISTO EN BILBAO

 

FEDERICO GARCÍA LORCA HA SIDO VISTO EN BILBAO

 

federico

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¡No! no me resulta nada extraño. Ni tan siquiera dudo de la veracidad de la noticia. Cuando a comienzos de este año, hubo, quienes aseguraron que el espectro de Federico García Lorca, había sido visto en Bilbao, a la altura de la calle Ribera de Deusto nº 47.

 

Algunos de sus vecinos dicen que suele aparecer, sobre todo, aquellos días en que hay una densa bruma. Esta llega proveniente de la mar. Lo hace aprovechando que sube la marea y recorre la ría del Nervión, desde el Abra hasta la Ribera de Deusto. Se le suele ver al espectro de cuerpo entero, saliendo de la ría, para acabar atravesando las paredes de las casas y de las fábricas, como buen espíritu que se precie.

 

Como testimonio curioso, siempre se le ha recordado a Fede, -así le apodan cariñosamente los vecinos de la Ribera-, con un semblante serio, tal y como aparece en las imágenes que han llegado hasta nosotros. No obstante, dicen que en Bilbao, siempre que se le ve aparece sonriendo. Algo querrá decir.

 

Los clientes de los pocos bares que hay, que son del barrio o aquellos otros que vienen a trabajar a diario a Zorrozaurre, están acostumbrados a su presencia. Quienes no le ven, empero, sí que le sienten. El suele leer asiduamente la prensa. La gente cuando lee el periódico, si el día es soleado, se sienta en alguno de los bancos de madera que hay en la calle. Por lo general no se sorprenden cuando de repente, les saltan varias hojas a la vez, como si alguien invisible las hubiese pasado a toda prisa, hasta llegar a las noticias que más le interesan, las páginas de cultura como no podía ser de otra manera. Si además hablan de sus obras, mejor que mejor. Pero sucede que cuando la persona que está leyendo la prensa, no es del barrio y ve que pasan inexplicablemente las hojas, sale disparada, mirando hacia atrás y hacia los lados, con el miedo metido en el cuerpo y gritando de pavor. Suelen ser los trabajadores de los bares o los mismos clientes de siempre, quienes les aperciben, ¡¡¡estaos tranquilos, que solo es “Fede”, es como de la casa!!!

 

No sabría explicar por qué le gusta tanto Bilbao. Es cuando menos sorprendente, porque Bilbao, Zorrozaurre o Ribera de Deusto, no tiene nada que le recuerde a su amada vega granadina, ni siquiera huele a las huertas, ni a las flores, ni a las aguas del Genil, ni a los bosques de chopos, ni tan siquiera se encuentra al abrigo de su querida Sierra Nevada. En cambio, este barrio se halla en una casi ínsula, ubicada en la ría del Nervión, en la que impera un aire salino que lo impregna todo, al que se aúnan los restos de polvo de las muchas fábricas en ruina que se elevan por efecto de la suave brisa de la ría. Es de lo poco que queda en pie de un pasado industrial a punto de fenecer. En ese lugar, Fede se suele quedar escuchando todo lo que sucede a su alrededor. Habitualmente cierra los ojos y se queda absorto escuchando las distintas voces que salen de los bares, de los pocos talleres abiertos, de las gentes que pasean andando o en bici. Unido al ruido que producen aquellos vehículos a motor, sobre todo industriales, que transitan por la carretera o el constante runrún que proviene de los barquitos que van hacia el Abra o vuelven de allí, llenos de mirones, de decenas de voyeurs -que escuchan atentamente una voz de guía grabada-, apodados turistas. En todo ello el no ve sino un futuro guión para una obra de teatro o la posibilidad de componer varios versos.

 

Dicen que Fede va quedándose allí en donde se representan sus obras o allí en donde se recitan sus poemas. ¿Pero por qué será que cada vez le gusta más esta zona de Bilbao? se preguntan muchos de los vecinos que le ven, cada vez, con mayor asiduidad por su barrio. Hay quienes dicen, que al parecer, es porque en la villa entienden su obra. Otros sostienen que simplemente porque le aprecian, y a él, la verdad, se le ve que se siente muy querido.

 

Este sentir no es nuevo sino que viene de lejos. Recuerden que cuando estuvo en Bilbao, en el mes de Abril de 1929, en el Ateneo, presentó lo que fue descrito por la prensa bilbaína como una maravillosa conferencia sobre el proceso de creación poética, analizando y distinguiendo entre la imaginación y la inspiración. Se constató, por no pocos periodistas, lo querido que se sintió Lorca, sobre todo por parte de las mujeres bilbaínas, por la atracción que estas sentían por la poesía, es decir, por la expresión más sublime de la belleza. Porque ya lo expresó el periodista Pedro Mourlane Michelena: “en Bilbao se comprende al Lorca de estirpe gongoriana y abolengo agareno”, tras escucharle en lo que se definió desde varios medios de prensa de la época, como, de bella disertación: él ya manifestó que “no creo en la creación sino en el descubrimiento, como no creo en el artista sentado sino en el artista caminante” o cuando afirmó, que, “pasa de la imaginación que es un hecho del alma, al camino de la inspiración que es un estado del alma”. Proclamó Lorca en Bilbao que lo que “se necesita es una fe rotunda en la poesía”.

 

Cuando volvió a la villa, en Enero de 1936, recitó varios versos del “Romancero Gitano” en la Sociedad El Sitio, en homenaje a la gran actriz, Margarita Xirgu. Entre aquellos versos estaban “Prendimiento y Muerte de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla”. Evocaban algo premonitorio sobre su fin pocos meses después: “Cuando las estrellas clavan rejones al agua gris, cuando los erales sueñan verónicas de anhelí, voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir”.

 

La prensa bilbaína describió a Lorca como un hombre de exquisita sensibilidad, de densa cultura, con unos conceptos estéticos de una gran profundidad, con un bello decir, de gracia arábiga, de verbo andaluz, un granadino puro. Recibía entonces en Bilbao, afecto y simpatía, tanto por su talento como por su obra y juventud. Lo tacharon, al escucharle recitar y disertar, de ser un gran actor, por su intención, por su naturalidad, por su clara dicción, por su dramatismo, por su fuerza y por su gran dominio del matiz. Ahora, como espectro, parece otro, dicen que incluso más joven.

 

A lo que añadiría que sigue siendo, conditio sine qua non de su carácter, no haber perdido ni su idiosincrasia ni su gran ego, dado que le sigue gustando que le ovacionen tras ser recitado uno de sus versos o al ser representada una de sus obras.

 

A pesar de discernir perfectamente que no le pueden ver al ser un espíritu. El, cuándo acaba una función en Pabellón nº 6, se coloca delante de actrices y de actores, antes de que estos saluden, tomando para si el reconocimiento del público en forma de aplausos, como si estos fuesen solo para él. Qué se le va a hacer, él es así, tiene esas cosas de su pasado, decía entre risas Paulina, una vecina del barrio que acude con frecuencia a ver las funciones.

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Fede es muy selectivo, porque en las tertulias de la gente que se acerca a este laboratorio de teatro, tanto dentro, en el propio pabellón, como fuera, en la calle, en las mesas en que se está debatiendo o discutiendo, no le gustan las conversaciones que él considera banales. Es más, le encantan aquellas en que se comentan propósitos mucho más loables como cuando escuchó a alguien que opinó “que hemos de aspirar a comprender la vida”.

 

O aquellas otras, que están estrechamente relacionadas con las que sostenían los personajes del relato corto “Pabellón nº 6” de Anton Chejov, que da nombre al mismo laboratorio de las artes escénicas de Zorrozaurre. Fundamentalmente las que sustentaban aquellos dos extraños personajes, el ex ujier, secretario de provincias y que padecía manía persecutoria, Ivan Dmitrich y el doctor Andrei Yefimych, cuando disertaban durante horas sobre filosofía, sobre los estoicos, Marco Aurelio, Diógenes e incluso sobre Hamlet. Asegurando que la inteligencia es la única fuente de placer o argumentando sobre lo trágico de la vida, al describir Chejov a uno de esos personajes, este señalaba que “cuanto más lógicas y razonables eran sus reflexiones mayor y más atormentada era su angustia” o al hacer constar uno de esos personajes “a qué agujero nos ha tirado el destino y lo más doloroso es que también aquí tendremos que morir”. Un sentimiento trágico que envuelve su obra, que está tan presente en el destino trágico de los personajes de Lorca, como también lo está en los de Unamuno, Camus, Bouvoir o Sartre.

 

Creo que le gusta Pabellón nº 6, pero porque él lo ve, tal y como veía a La Barraca, didáctica, como ese sueño que tuvo de utilizar el teatro como un instrumento educador, con el que pretendió dar a conocer al pueblo los clásicos del teatro. Al mismo tiempo que trató de salvarlo, ya que predijo que era posible hacerlo. Porque con un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, se podía cambiar en pocos años la sensibilidad de un pueblo y que sirviese de tribuna libre donde poner en evidencia morales caducas y equivocadas. También porque lo veía como un bálsamo contra la intolerancia, tan viva hoy, en esta sociedad, como lo estuvo en aquella, en la que imperaban aquellos mismos miserables que le asesinaron y dejaron su cuerpo tirado entre Viznar y Alfacar.

 

Hay otra cosa que creo que le cautiva y es una mera apreciación mía, pero, cada vez que la actriz Itziar Lazkano da la bienvenida, a quienes se acercan a disfrutar de una función a Pabellón nº 6, les regala un saludo cariñoso, acompañado de una sonrisa, dos besos e incluso un abrazo, y esa es una liturgia que le conmueve profundamente a Fede. Porque, saber no sabemos en qué piensa, ya que no habla, pero se coloca al lado de Itziar para dar la bienvenida y se le ve en todo momento sonriendo. Es feliz en Zorrozaurre-Ribera de Deusto, es feliz en Bilbao.

 

De hecho, dada la relación simbiótica que se ha creado, han abierto desde este pabellón una cuenta de correo para quien quiera comunicarse con Fede. A pesar de saber que el espectro no va a responder, porque no puede o simplemente no quiere, pero al menos intuyen que si leerá los correos que le envíen, a fedeamabilbao@gmail.com. Ahora están representando una obra que surgió de una amalgama de varios de sus textos, con la función “los Aborígenes, Lorca, Dali, Buñuel” y poco tiempo atrás lo fue “La Casa de Bernarda Alba” con enorme éxito. Dicen quienes le pueden ver, que últimamente se le ve bastante nervioso. Puede que sea por la incertidumbre que le genera el no saber cuál será la próxima de sus obras que se representarán este año lorquiano en Pabellón nº 6. El no hace otra cosa que actuar con su alma de eterno niño, inquieto, pero a su vez, ebrio de felicidad.

 

 

Luis Bilbao Larrondo

Doctor en Historia Contemporánea

 

 

 

 

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